Crisis y equidad


Esta crisis va dejando ya un reguero de vencedores y vencidos bastante claro. Las actuaciones políticas, las “reformas”, para salir de la crisis no son neutras; favorecen a unos y perjudican a otros. Las consecuencias de estas medidas están cayendo, fundamentalmente, sobre las clases medias y bajas: los recortes sanitarios y educativos les afectan más gravemente, la reforma laboral les deja inermes, los funcionarios ven rebajado su sueldo y sus horarios aumentados, otros son despedidos, los impuestos aumentan, el paro se desboca,...
Mientras tanto, las rentas del capital sortean hábilmente la crisis. Los evasores fiscales no solamente son perdonados sino que, además, pagan menos impuestos que los que han cumplido con sus obligaciones.  No se han aumentado los impuestos a los que más tienen con la misma proporcionalidad que al resto de la sociedad. Y hay más ejemplo: los clubs de fútbol deben millones a la Hacienda pública y nuestros jugadores ganarán primas de trescientos mil euros si ganan la Eurocopa -casi el doble que el gobernador del Banco de España, doce años de sueldo de un profesor medio-; los bancos quiebran y son saneados con dinero público, sin que los responsables den cuenta a nadie, para luego ser devueltos a sus accionistas o vendidos a otras entidades a precio de saldo. 
El tratamiento de los poderes públicos, españoles y europeos, a los diversos sectores sociales no es ecuánime. En efecto, todos debemos apoyar la salida de la crisis, pero los esfuerzos están recayendo especialmente sobre las espaldas más débiles. Las corruptelas de las élites en el poder contribuyen a generar esa sensación de profunda desigualdad. La equidad debe incorporarse también como principio para el gobierno económico; para la izquierda es su razón de ser y para la derecha un elemento fundamental de estabilidad. Es uno de los principios básicos de cualquier democracia.

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