La dimisión de Rita
Se ahorró Rita Barberá la ceremonia que escenificaba la pérdida de "su" alcaldía, mantenida durante tantos años. Antes que ver como Joan Ribó le sucedía en el cargo dimitió como concejala del Ayuntamiento de Valencia.
Puede que humanamente su actitud pueda ser comprendida; veinticuatro años es toda una vida y, al final, uno o una se siente tan identificado con el cargo que ocupa que es como si hubiese nacido alcaldesa, concejal o diputado y como si la poltrona fuese suya. Es lo que ocurre cuando los mandatos se prolongan durante mucho tiempo. Al final aparece Luis XIV con aquello de "El Estado soy yo" o "El alcalde soy yo" o "Mi silla soy yo". Es normal.
La actitud de Rita solamente merece dos comentarios. El primero es que es una necesidad de Salvación Pública que los cargos políticos no se eternicen, porque aunque sean buenos, en el sentido de eficaces, acaban perdiendo la chispa y simplemente se acomodan, y es entonces cuando surgen los vicios de la democracia. Por ello la limitación de mandatos es una sabia medida que debería implantarse. El segundo es que esta huida constituye una falta de respeto y consideración a sus votantes. La gente que la votó para el Ayuntamiento debe esperar que allí se quede y que haga su trabajo desde la oposición ¿o es que acaso ser oposición es algo despreciable?.
Pero no, si yo no soy el capitán no juego el partido. Es una actitud infantil. Irrespetuosa con las personas que la votaron y con la misma democracia. Y además poco elegante.
Puede que humanamente su actitud pueda ser comprendida; veinticuatro años es toda una vida y, al final, uno o una se siente tan identificado con el cargo que ocupa que es como si hubiese nacido alcaldesa, concejal o diputado y como si la poltrona fuese suya. Es lo que ocurre cuando los mandatos se prolongan durante mucho tiempo. Al final aparece Luis XIV con aquello de "El Estado soy yo" o "El alcalde soy yo" o "Mi silla soy yo". Es normal.
La actitud de Rita solamente merece dos comentarios. El primero es que es una necesidad de Salvación Pública que los cargos políticos no se eternicen, porque aunque sean buenos, en el sentido de eficaces, acaban perdiendo la chispa y simplemente se acomodan, y es entonces cuando surgen los vicios de la democracia. Por ello la limitación de mandatos es una sabia medida que debería implantarse. El segundo es que esta huida constituye una falta de respeto y consideración a sus votantes. La gente que la votó para el Ayuntamiento debe esperar que allí se quede y que haga su trabajo desde la oposición ¿o es que acaso ser oposición es algo despreciable?.
Pero no, si yo no soy el capitán no juego el partido. Es una actitud infantil. Irrespetuosa con las personas que la votaron y con la misma democracia. Y además poco elegante.
Fuente: eldiario.es
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