La fobia a los impuestos



La crisis económica se conjuga con un dominio social evidente de lo que podemos denominar una mentalidad neoliberal.  El enorme poder del discurso que promueve esta visión de las cosas, ejercido a través de los medios de comunicación, de los centros de poder universitario, de los círculos de difusión ideológica, ha logrado convencer a un importante sector de nuestra sociedad de que los postulados neoliberales son la mejor y la única solución posible a los problemas económicos.
Se publican los resultados de una encuesta en la que se pone en evidencia que una mayoría de los españoles prefiere los recortes, incluidos los que afectan a la base del estado de Bienestar (educación, sanidad,...) a que se suban los impuestos. Es este uno de los pilares teóricos básicos del neoliberalismo. Su esencia beneficia a los que más tienen, a los ricos, a los propietarios del capital, que ven como cada vez pagan menos por su riqueza a pesar de que son los que, desde una lógica solidaria y equitativa, deberían pagar más. Pero lo mismo piensa quien tiene mucho menos y, por tanto, debe pagar también menos. 
Y tampoco se puede argumentar que reducir los impuestos siempre es beneficioso para la economía. Los datos objetivos desmoronan otro de los presupuestos básicos del neoliberalismo: que la reducción de impuestos sirve para crear empleo y aumentar el consumo. En España, y en toda la UE se han reducido los impuestos en la última década y ello no ha servido para evitar las actuales tasas de paro ni para mejorar los índices de consumo. Ni siquiera para evitar que, en un ciclo depresivo, quiebren innumerables empresas. Han servido para que los ricos sean más ricos.
Los impuestos se emplean para revertir sobre la sociedad una mayor igualdad a través de instrumentos básicos: formación, sanidad, protección social, etc., que benefician más a los que menos tienen. Los grupos desfavorecidos son los que más necesitan estos recursos y la única fuente para conseguirlos son los impuestos. No entienden, por tanto, que la fobia a los impuestos les perjudica claramente; los ricos no necesitan que el Estado vele por ayudarles en los aspectos esenciales de la supervivencia, ellos tienen recursos para hacerlo por sí mismos. Los pobres, no.

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