Occidente y los movimientos islamistas


Estamos viendo como los movimientos islamistas acceden al poder o se han reforzado tras las llamadas “primaveras árabes”. Es cierto que no fueron ellos quienes prendieron la mecha de la llamarada revolucionaria pero también lo es que, ante el incendio, estaban mejor situados que nadie.
Durante décadas el mundo árabe ha estado sometido a regímenes dictatoriales de todo  tipo: monarquías absolutas, regímenes laicos y socializantes de partido único, dictaduras esperpénticas, emiratos,... En ellos la única forma posible de participación social, de actuación solidaria, de creación de redes culturales, políticas, laborales, etc., era a través  de la religión. Por ello los movimientos islamistas fueron ganando terreno entre la sociedad civil; fueron el instrumento de la vertebración social. Habían llegado incluso a un cierto grado de simbiosis con las mismas dictaduras; por eso no fueron los provocadores del incendio, aunque después se sumaran a él.
Así pues, el mantenimiento de las dictaduras no hizo sino reforzar estos movimientos y debilitar la opción de las estructuras sociales y políticas de tipo laico y democrático. No son por ello extraños los resultados electorales actuales. Fue otro error de Occidente; actuó a corto plazo, protegiendo las dictaduras para asegurar la estabilidad energética y el inmovilismo político en una región siempre al borde del conflicto. Esa política permitió el ascenso del islamismo político. Lo mismo le ocurrió en Afganistán, prefirió fortalecer a los talibanes frente al poder soviético. El resto de la historia ya es conocido.

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