Una situación insostenible
La situación política española se esta viendo inmersa en algunos problemas bastante graves. El primero proviene de la crisis económica y social que estamos padeciendo y se refiere a la perdida de legitimidad del mismo sistema democrático. Una parte importante de la población observa que la democracia, tal como la concebimos y practicamos, se muestra poco capaz de resolver los problemas de la gente. Es mas, se percibe que el Estado esta dejando de ser un elemento redistribuido paliador de la desigualdad, también está perdiendo su cualidad de ofertante de servicios sociales que proporcionan cierta seguridad a los ciudadanos ante los vaivenes económicos. Entonces ¿para que sirven las instituciones democráticas si no pueden ayudar a quien lo necesita?
El segundo problema es la aparición de constantes casos de corrupción política. Cuando aun no se ha apagado uno ya ha surgido el que le releva en los medios informativos; es la noticia que no cesa. Ya no se trata solamente del típico caso del político corrupto, surgen casos de nepotismo intolerables en una sociedad democrática, de prácticas caciquiles que creíamos olvidadas, de interrelaciones poco edificantes entre el mundo de las grandes empresas y el de la política, etc. Es cierto que los votantes españolas suelen perdonar con relativa facilidad este tipo de conductas pero resulta innegable que representan una erosión profunda de la confianza institucional
Ambos problemas requieren una pronta solución. No se pueden ignorar indefinidamente a riesgo del resurgimiento de posiciones populistas o, yendo un poco mas allá, de posturas totalitarias que cuestiones abiertamente la democracia. La historia no se repite, pero se parece, y la crisis de los años treinta del siglo pasado es un referente que no debemos olvidar.
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