Inaugura… que algo queda

Franco inaugurando un pantano.

Fuente: Historiasiglo20

La democracia no es un sistema político perfecto, pero es el menos imperfecto de todos los que conocemos. No es el momento de señalar sus principales imperfecciones pero sí de anotar algunos detalles que acaban resultando bochornosos para los ciudadanos que creen en ella. Ya estábamos acostumbrados a la ola de inauguraciones que siempre ocurría antes de cualquier convocatoria de elecciones; a eso se le ha intentado poner coto con una reforma legal. No obstante, los políticos han hallado fácil solución: adelantar las inauguraciones para concentrarlas en el período inmediatamente anterior al que prohíbe la ley. Ya saben aquello tan español de hecha la ley, hecha la trampa.

Creo que no se dan cuenta de que estas inauguraciones acaban convirtiéndose en representaciones ridículas. En primer lugar porque dejan entrever que la gente es tonta: se inauguran edificios o infraestructuras inacabadas o un mismo evento lo es varias veces; se coloca una primera piedra de algo sobre la que luego no se construye nada y que volverá locos a los arqueólogos de dentro de algunos siglos; políticos y séquitos compiten en sonrisas, en salir en la foto o en la televisión respectiva. Como decía la canción: teatro, puro teatro. En segundo lugar, porque esas inauguraciones forman parte de su “trabajo”; es como si a un médico le sacasen en televisión por curar a un paciente de una gripe o a un barrendero por limpiar una calle. Y en tercer lugar, porque esas construcciones no son “suyas”,  son nuestras, de toda la ciudadanía, que somos quienes las pagamos. Otra cosa sería que las hubiesen costeado ellos; entonces que salgan en la televisión. Pero sólo entonces.

Esa forma de publicidad tan burda creo que ya no funciona. Deberían esforzarse más en construir una sociedad crítica, formada, educada, capaz de discernir lo falso de lo auténtico, lo excelente de lo mediocre;  y muchos menos a intentar manipular a la opinión pública. Trabajo tienen.